Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 18 de abril de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 110, 3638-3639
Tema: Orígenes y significación de la última crisis ministerial

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Voy a molestar muy poco a los Sres. Diputados, pero me importa dejar consignadas dos cosas.

Es la primera, que el partido conservador, de haber continuado en el poder, hubiera seguido haciendo tratados de comercio, hubiera hecho tratados de comercio con Alemania, con Austria, con todos los demás países. ¿No es verdad? ¡Es claro, como que había empezado ya las negociaciones! Pues conste que la mayor parte de los que os ayudan para combatir los tratados, que todos aquellos que mueven al país en contra de los tratados, no quieren tratados, y los combaten porque quieren la tarifa máxima del arancel por diez años. (Rumores.)

Acuérdense el Sr. Cánovas y el partido conservador, de las manifestaciones y del programa del meeting de Bilbao, donde estuvieron los vizcaínos y los catalanes, y en el cual pidieron al Gobierno que no hubiera tratados, que siguiera la tarifa máxima del arancel de 1891 por diez años. De manera que la mayor fuerza con que contáis la tendréis en contra vuestra, como la tenemos nosotros.

Sobre esto no quiero decir más, porque me parece muy sabroso, y basta.

El Sr. Cánovas debe agradecerme lo dicho por mí, aunque no lo dije para que me lo agradeciera, porque me gusta siempre, sobre todo en las lides parlamentarias, combatir noble y lealmente, y no sorprender nunca al adversario. Como yo no tengo el gusto de hablar con frecuencia porque apenas nos vemos, con el Sr. Cánovas del Castillo, no le podía decir: "mire usted que en tal época manifestó opiniones iguales a las que yo defiendo"; y ya que no se lo podía decir, se lo dije a los periodistas para que llegara a su noticia, y gracias a esto, ha podido venir preparado con el documento que nos ha leído aquí.

A pesar de eso, Sr. Cánovas del Castillo, lo que ocurrió ya lo sé. Pero sé también lo que S. S. dijo. ¡Qué! ¿No he de poder demostrar que las opiniones mías de hoy son las que S. S. tenía en otra ocasión?

Siento tener que leer algunas cosas que van a crispar los nervios del Sr. Romero Robledo, porque al decir yo que los Gobiernos debía respetar los compromisos de Gobiernos anteriores, S. S. se indig-[3638] naba, y hasta me negaba la cualidad de español. Pues va a ver el Sr. Romero Robledo cómo en este punto estamos de acuerdo su ilustre jefe y yo.

Decía así el Sr. Cánovas del Castillo, y voy a leer sus propias palabras para que vea que no exagero:

"Yo profeso, señores, y quizá lo profese con exageración, aunque no lo creo, yo profeso un principio que no he aplicado únicamente a este caso, y que no es ahora la primera vez que lo expongo a la consideración de los representantes del país; yo profeso el principio de que delante del extranjero no cambian los Gobiernos jamás; yo creo que delante del extranjero un mismo Gobierno español se sienta siempre en este banco."

Que es lo que yo dije. ¿Ve S. S. cómo vamos estando de acuerdo? Y sigo leyendo: "Toda obligación que un Gobierno cualquiera haya llegado a adquirir, como esa obligación por parte de aquel Gobierno haya sido completa?" (El Sr. Cánovas del Castillo: ¿Cómo ha de ser completa sin la ratificación de las Cámaras?) En ese caso sería una obligación a la que no podría tocar nadie. Completa llamaba S. S. a aquella obligación en el sentido en que nosotros llamamos ahora completos a los tratados. (Denegación en la minoría conservadora.) Ya lo veréis. ¿Pues cómo había de modificarse la obligación si estuviera ya votado el convenio por el Parlamento? (El Sr. Cánovas del Castillo: ¡Si hubieran estado SS. SS. autorizados para ratificar, como nosotros lo estábamos!) Entonces ya estaba hecho. Pero continúo la lectura: ?ha de merecer constantemente de mí, ha merecido hasta ahora y merecerá, en lo sucesivo, grandísimo respeto. (El Sr. Cánovas del Castillo: Siga S. S.)

¡Si lo voy a leer todo! (El Sr. Cánovas del Castillo: Porque puede haber Gobiernos que cambien la protección por el libre cambio repentinamente.)

Lo leeré todo. ¿No me quiere consentir el Sr. Cánovas del Castillo el placer de ir en su compañía? A mi me es tan agradable, que quiero tener ese gusto; permítamelo S. S. "No tienen las demás Naciones la culpa de que haya habido una que por sus especiales circunstancias pueda dejar pasar por el poder alternativamente hombres de escuelas totalmente diferentes y que quieran inmediatamente realizar los principios de sus respectivas escuelas, sin dejar en el fondo del país una política perenne que pueda tal vez moverse, que pueda tal vez progresar, pero que de pueda hacerse a saltos; porque la política a saltos, cambiando a cada instante de punto de vista, es totalmente desconocida en todos los países para felicidad de ellos, y en todo caso para bien de las relaciones internacionales."

Pues así y todo, va a ver el Congreso cómo el Sr. Cánovas quería respetar los compromisos de Gobiernos anteriores:

"Hube (continuaba diciendo S. S.) de tomar pues, y tomó el Gobierno que tengo la honra de presidir, en la más seria consideración aquel acto por el cual un Ministro legitimo del Rey había suscrito un compromiso con el representante de la Reina de Inglaterra. Pero se dice a esto: es que las Cortes tienen el derecho de ratificar o no los tratados."

Lo mismo, Sres. Diputados, que yo decía el otro día; y es indudable: ¿quién puede negar ese derecho a las Cortes?

Pues en ese caso estamos; las Cortes tienen absoluta libertad para rechazar ahora mismo el proyecto de ley presentado por el Gobierno; pero ¿y el Gobierno mismo? El Gobierno no; y si no, veamos lo que decía el Sr. Cánovas:

"La prueba de que la solución que ha propuesto el Sr. Duran y Bas no satisface a su rectísima intención y a su seguro juicio es, que en su discurso nos dijo espontáneamente, sin responder a objeción de ninguna clase, que el Gobierno debía haber abandonado la cuestión a las Cortes, y que una vez que las Cortes hubiesen votado contra el proyecto que el Gobierno mismo ha traído, se le podría dar un voto de confianza para que siguiera gobernando."

Lo mismo exactamente que me dicen a mi mis amigos de ahora, decían a S. S. sus amigos de entonces: y yo contesto a mis amigos lo que entonces contestó S. S. a los suyos; porque entonces se sublevaban contra S. S. en esta cuestión; y digo se sublevaban en el buen sentido de la palabra, ni más ni menos que ahora se sublevan contra mi algunos amigos míos. Y el Sr. Cánovas del Castillo contestaba:

"Señores, ¿qué demostración más evidente puede hacerse de que eso era totalmente imposible? ¡Un Gobierno obligado a traer aquí por el acto de un predecesor suyo un convenio, lo trae, pero lo abandona, no lo defiende; no hace absolutamente nada por cumplir como Gobierno lo que como Gobierno, aunque éste no se compusiera de los mismos hombres, ha pactado con el extranjero; y como no se puede desconocer que esto dejaría al Gobierno, no solamente delante del extranjero, sino delante de su propio país, en absoluta imposibilidad de gobernar, se ofrece un voto de confianza como solución, a fin de que pueda continuar rigiendo maltrecho los destinos del país! De seguro que no estaba esto, o a lo menos no estaban las consecuencias de esto, en la intención rectísima del Sr. Duran y Bas; pero yo acudo confiadamente a la opinión sincera de todos los hombres parlamentarios, preguntándoles: ¿cuál sería la posición del Gobierno en ese caso?"

Esto, absolutamente esto mismo, es lo que he dicho, sino que no lo he dicho tan bien como lo decía el Sr. Cánovas del Castillo.



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